La técnica característica de su dibujo, estuvo volcada en la creación de retratos y personajes con rostros anónimos.
Cuando la pintura es vida adquiere su máxima categoria. Este es el caso de Luis Ortega, pintor que crea su obra viviéndola con toda intensidad.
Para Luis la vida era observación continua de perfiles, contrastes y colores y, cómo no, captación profunda de todos ellos para plasmarlos en el lienzo siempre a través de su indiscutible personalidad.
El sabía lograr el dibujo perfectamente académico para después romperlo y de nuevo irlo recomponiendo bajo el prisma de su espíritu con un sello de originalidad.
Sus temas son amplios. Pasa desde el monje solitario hasta la inmensidad marina, desde la figura etérea del desnudo hasta la creativa visión de Don Quijote y Sancho. Pero todo ello unido por el aliento de la luz, de esa luz que es esencia de la pintura, y que en Luis Ortega adquirió un tono que, poéticamente hablando, calificariamos de machadiano, es decir, que ni deslumbra por su abundancia, ni acongoja por su ausencia, sino que pretende descubrinos el alma de los elementos que ilumina.
Carlos Frühbeck de Burgos (1.974)